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Pintura y Autorretrato

Si hablamos de pintura, durante gran parte de la historia del arte (hasta la llegada del siglo XIX y XX), esta práctica se ha dividido en diferentes géneros. Los principales son:

  • Pintura histórica

  • Retratos

  • Paisaje

  • Naturalezas muertas

Estos se categorizaban en géneros mayores o menores y consecuentemente el pintor o pintora que los realizara también se enmarcaba en esta jerarquía. La pintura histórica, que normalmente representaba temas mitológicos, religiosos o alegóricos, era considerada como género mayor, y normalmente el que un pintor realizaba para alcanzar fama y reconocimiento.


El retrato, paisaje y bodegón en este orden eran considerados los géneros menores y por consecuencia aquellos en los que las mujeres artistas solían trabajar:


  • Cuando las academias y escuelas aparecieron, las mujeres raramente eran admitidas, y si conseguían acceder a ellas, quedaban excluidas de las clases de anatomía, donde se dibujaban modelos del natural. Que las mujeres accedieran a estas lecciones era algo inmoral e inaceptable para la dignidad de una mujer.

  • Con esta carencia en el apartado anatómico, difícilmente podían realizar obras de tipo histórico. La mayoría de pintoras se dedicaron a los temas del retrato y el bodegón.



Clara Peeters: Maestra del bodegón.


Hoy quiero presentaros a una pintora que, con absoluta maestría e inteligencia, transgredió las normas de una forma sutil pero poderosa. Clara Peeters fue una pintora holandesa del siglo XVII de la que se desconoce casi todo. Y, aun así, sus elaborados bodegones y su extraordinaria técnica han pasado a la historia, discretamente, pero cada vez más reclamando el lugar que merece.


Mesa con mantel, salero, taza dorada, pastel, jarra, plato de porcelana con aceitunas y aves asadas. Clara Peeters, 1611.

Detalles exquisitos y autorretratos ocultos.


La exquisita atención a los detalles de las pinturas de Clara Peeters acentúa la im­presión de que estamos ante algo cotidiano, mirando lo ordinario a pesar de la lejanía en tiempo y espacio del momento de la pintura y los elementos que en ella aparecen.


Sin embargo, lo verdaderamente fascinante de esta artista es que la pro­pia imagen de la pintora aparece repetida en un mismo cuadro varias veces de una forma apenas perceptible, en los reflejos de las superficies metálicas.


Bodegón con flores, copa de plata dorada, almendras, frutos secos, dulces, panecillos, vino y jarra de peltre. Clara Peeters, 1611.

El estudio de los materiales y las texturas es minucioso y los minúsculos autorretratos se ven más o menos modificados dependiendo del reflejo de la luz y la propia forma del objeto sobre el que se pinta, normalmente jarras y copas.



Un acto de autodeterminación


Se ha considerado la idea de que la pintora intentara demostrar su excelencia técnica y reafirmar su reputación como pintora. Sin embargo, el significado de este acto de autodeterminación va mucho más allá.

 

Peeters nos habla de su presencia y nos insta a reconocer su existencia. Como creadora y autora, no se autorretrata pasivamente, sino que se muestra pintando el cuadro que nosotros estamos viendo. Nos conecta el momento de creación de la obra en cuestión, hace más de 4 siglos, con el instante en que cada observador se para ante el cuadro y se deleita con ese juego intrincado e inteligente que Peeters nos regala.


Reconocemos un valiente ejercicio, no solo de identidad como pintora, sino también de reivindicación personal como mujer y todas sus dificultades para reconocerse y ser reconocida como artista. 

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